¿Qué es la belleza? ¿Desde cuándo el ser humano tiene conciencia de lo bello?
Cualquier pregunta relacionada con la belleza resulta muy compleja de responder. El concepto de lo bello ha variado constantemente desde que existen manifestaciones artísticas (las primeras de las cuales fueron generalmente funerarias) y desde que el hombre aprendió a expresarse mediante la palabra. El número de obras de arte y de piezas maestras es ínfimo comparado con el número de personas que habitan y han habitado nuestro planeta. ¿Qué es lo que las hace cautivadoras para una gran mayoría?
No son pocos los intelectuales que han intentado responder a esta pregunta, como José Ortega y Gasset en Estudios sobre el amor: “El número de objetos que componen el mundo de cada cual es muy grande y el campo de nuestra consciencia muy limitado, existe entre ellos una especie de lucha para conquistar nuestra atención.” ¿Es esa atención la belleza?
Por su parte, en la introducción de su Historia de la belleza, Umberto Eco escribe ”… nos permite calificar de bello un bien que no suscita en nosotros deseo, nos damos cuenta de que hablamos de belleza cuando disfrutamos de algo por lo que es en sí mismo, independientemente del hecho de que lo poseamos”.
Erwin Panofsky abunda en la definición de lo bello en su libro Idea, donde sostiene que: “La Belleza sensible vuelve a ser valorada solo en cuanto que representa la manifestación visible del Bien, y esta definición de la Belleza, tan repetida en la época a la que nos referimos [el Renacimiento italiano], concuerda perfectamente con aquella antigua metafísica de la luz… en la que la Belleza es un ‘reflejo’ o ‘destello’ del esplendor que emana del rostro de Dios”. Un claro ejemplo de esa visión divina es el manuscrito de Francisco de Holanda De Aetatibus mundi imagines
Los propios artistas no han dejado de proponer respuestas, como por ejemplo Wassily Kandinsky, que a mediados del siglo XX, en su libro De lo espiritual en el Arte, comentaba: “La riqueza cromática del cuadro ha de atraer con gran fuerza al espectador y al mismo tiempo ha de esconder su contenido profundo. Me refería al contenido pictórico, pero no en su forma pura sino a la emoción, o las emociones del artista, expresadas pictóricamente”.
Resulta evidente que con el paso de las culturas y los siglos la Belleza ha sufrido una evolución conceptual y que no es lo mismo el concepto de lo bello que poseían los primeros humanos, los egipcios a orillas del Nilo, el hombre del Renacimiento o el artista contemporáneo. No obstante, si hay algo que estos pocos testimonios bastan para hacernos comprender es que, a partir del siglo XX, la Belleza pasa a ser una expresión más social y más conceptual, reduciéndose muchísimo la representación o manifestación divina.
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Jordi Virgili
Editor